Desde hace años, en consulta y en los servicios públicos acuden pacientes con una estructura psíquica más frágil, más andamiada por la disociación2 que por la represión3. A la luz de esta variación, pienso que como terapeutas requerimos ajustar el lugar en el que nos situamos delante de quien acompañamos, que es desde donde escuchamos e intervenimos.
Hablo desde la Gestalt que conozco que es mayoritariamente la Gestalt Perlsiana, Claudiana, de la Costa Oeste. Más intrapsíquica que situacional, aunque contempla y trabaja específicamente en la relación entre paciente y terapeuta y alienta la indagación de lo que sucede entre las personas participantes de un grupo en el caso de la terapia grupal. Convoca la experiencia en el aquí y ahora, para concienciarla y apropiarse de ella, a través del seguimiento sensorial, emocional y cognitivo, integrando al menos estos 3 niveles. Lo que sucede entre terapeuta y paciente, es una vía regia para hacernos presentes, ampliar la experiencia consciente y aumentar la maduración, que tiene mayor alcance cuando se da in situ en ambas partes.
Pinceladas sobre la sociedad, más concretamente nuestra sociedad occidental.
La aceleración exponencial de los avances técnicos se apoya -además de en el conocimiento concreto y gracias al aplastamiento de la globalidad capitalista- en la omnipotencia, que a la vez a su vez queda impulsada. Queda apoyada la desmedida: podemos con todo y tendríamos que poder con todo viene de lejos, oíamos repetidamente el slogan “si quieres puedes”, que sigue alimentando el valor del no límite.
El aumento de la competitividad es exponencial y el narcisismo es exacerbado desde hace muchos años.
El incremento de la incertidumbre, acuciada en la pandemia y con el aumento de los efectos del cambio climático, está servida. Mucha inquietud. Las personas estamos asustadas, desarraigadas, estimuladas a tener que ganar y empujadas a buscar el “bien estar” mientras la destrucción es más palpable; guerras siempre las ha habido, pero desde hace la guerra de los Balcanes no la sentíamos tan cerca.
Tenemos al alcance muchas posibilidades y mucha información. El hándicap es que está muy polarizada y no facilita el desarrollo del pensamiento crítico. Es fácil tomar lo que se nos presenta, que es justamente lo que los algoritmos saben que deseamos ver y oír. Tragamos lo que no elegimos, pero sí admitimos, y nos refuerza en nuestra pequeñez de miras. Pensar, cuestionar y reflexionar, requiere sustentar el no saber y sobre todo requiere saber escuchar y escucharnos. Pensar para acercarnos a posibles verdades, requiere confrontarnos a nosotras mismas. Disentir, avanza desde la pregunta y la ampliación de conocimiento, no desde la pseudo-seguridad de saber la respuesta.
También es verdad que partes importantes de población adolescente y joven son personas despiertas y tienen capacidad de implicarse colectivamente. Y, ahora, este segmento tiene mucha mayor capacidad de ser flexibles, ya no buscan la estabilidad del mismo modo; tienen menos apego a las estructuras fijas.
La seguridad no existe. El bienestar per se, tampoco. Lo que sí que podemos hacer es abrirnos al curso de la experiencia implicándonos en ella. La Gestalt facilita la reconexión con nuestras partes más humanas, frágiles, con límites, también con nuestras capacidades, con nuestra necesidad de contacto, y nos permite desarrollarnos profundamente en las interacciones. Como gestaltistas podemos proponer un trayecto de transformación saludable, creativo por ser propio de cada quien, a través de incrementar el valor de la autenticidad en la interacción, alejado del consumismo para la consecución del bienestar, de la potencia y de la anhelada e ilusoria completitud.
Creo que el sentido de la vida en este plano de manifestación necesitamos fabricarlo; cuanto más intrínseco sea, mejor nos sustentará en nuestro devenir. Además, este sentido, va cambiando, no solo por la época en la que vivimos, sino también por las etapas vitales, individuales, que vamos atravesando.
Para pensar sobre cuál es el lugar de la psicoterapia en los tiempos que vivimos, me retrotraigo a la época victoriana donde nació el psicoanálisis, sin pretender ser precisa ni exhaustiva.
Allí, los valores eran muy claros (incluida la doble moral), contenían y facilitaban la represión como forma de manejar la vivencia interna que no encajaba con ellos.
Con el psicoanálisis fue claramente fructífero el reconocimiento del inconsciente. La llamada 3ª revolución en el pensamiento3: No somos guiados por la voluntad ni por lo que podemos reconocer conscientemente, nuestro inconsciente determina nuestra vida gracias al principio del placer y por el desarrollo del super yo, que facilita la represión de lo no consentido y angustiante. Nos aportó la necesidad de asumir la castración para salir madurativamente del nudo evolutivo del complejo de Edipo. Dio mucha importancia al límite, que posteriormente Lacan retomó como base en su perspectiva estructural y fundamento en su nosografía psicopatológica.
La psicoterapia humanista, como bien sabemos, amplió la mirada. No usó sólo la palabra como forma de intervención y se alejó del reduccionismo conductista al comportamiento. El enfoque humanista contempla la dimensión corporal/sensorial (de acción e impulsiva) la emocional, la relacional, la mental y la espiritual.
La expresión impulsiva, emocional y el apoyo a la posibilidad de diferenciarse de la norma, facilitada entre otros enfoques humanistas por la Gestalt, aportaba la posibilidad de liberarnos de las barreras de valores rígidos. Nos permitía florecer en nuestra genuinidad previamente encarcelada. Ya desde los años 20 se inició, sobre todo en Alemania, donde vivió Perls hasta el año 33, un destacado florecimiento cultural y artístico4 que le influyó.
El trabajo de Reich, sobre la coraza muscular, y el desarrollo de Lowen sobre las estructuras corporales, nos ayudaban a facilitar que las descargas fueran operativas y los contenidos que emergían a través de las propuestas bioenergéticas podían ser asimilados si se elaboraban.
Desde la Gestalt acompañamos la emergencia de situaciones inconclusas, las cuales podemos desplegar dramatizándolas ahora, y acompañamos a su desarrollo experiencial consciente para ir a dar con la necesidad (no solo deseo5) no cubierta, incluso burlada y despreciada. El objetivo es ir a dar con estas experiencias y con otras situaciones traumáticas para poderlas integrar y así ampliar la capacidad de la persona para estar en contacto.
Lo fundamentalmente terapéutico de dicho recorrido es cuando podemos acompañar a la persona a transitar esta carencia o esta herida, sin pretender que no esté. Es decir, cuando la podemos acompañar a acoger esas vivencias que entonces no pudieron ser digeridas (por su impacto traumático y por no haber sentido la acogida de una figura de apego) y que ahora se activan reviviéndolas con la misma intensidad. Si la estructura de la persona es más bien neurótica y es suficientemente consistente, el efecto es integrador y, por lo tanto, sanador. La estructuración psíquica basada mayormente en la represión puede contener la vivencia y facilitar su elaboración. En ella, es más fácil rescatar, aunque sea con angustia, la conciencia de que esta vivencia abierta corresponde a aquel momento y es más factible identificar que aquella situación tiñe varios momentos de su presente.
La posibilidad de experimentar un apego seguro y fructífero, que supone la relación terapéutica, no pasa por dar a la persona lo que no tuvo entonces, lo terapéutico es que esta persona pueda sentirse validada en su experiencia por nuestra escucha y nuestro estar observando el grado de fragilidad que muestra la persona que acompañamos.
Como vengo diciendo, cuando la estructura psíquica está más sustentada por la represión que por la disociación, la catarsis y la expresión emocional es muy fructífera para incrementar el espacio interno de la persona dado que le posibilita verse en mayor extensión y profundidad. La elaboración de dichos contenidos permite ampliar el auto apoyo e incrementar su capacidad de reconocer tanto la necesidad de contacto como la necesidad de poner límites. Es decir, potencia que la persona pueda interactuar con mayor flexibilidad y creatividad y que pueda digerir mejor las frustraciones y los reveses de la vida.
Actualmente
Inmersas en la llamada época postmoderna con aceleración exponencial e inestabilidad palpable, además de negada; con mucha falta de límites y otras muchas características de las que ya hemos hablado, estamos ante estructuras de personalidad menos sólidas, más volátiles con menos uso de la represión y mayor uso de la escisión en quienes el proceso de individuación no se ha completado de la misma forma como se realizaba hace 40 o incluso 30 años. En general, cuando sienten angustia estas personas tienen menos interés en saber de sí y de la vida; no quieren saber sobre su dolor y sus límites, y se manejan con mayor impulsividad y tendencia a la huida.
La Gestalt, tiene que ver con la actitud de estar despierto, de actualizarse, responsabilizándonos de nuestra experiencia y de lo que nos incumbe. Ello está muy lejos de ser posible cuando la estructura de personalidad esta tan fragilizada y compensada por la impulsividad, las somatizaciones que dejan huella fisiológica, las adicciones, los trastornos alimentarios y lo que se puede diagnosticar como trastorno límite de personalidad; los trastornos que cada vez son más frecuentes. Son personalidades muy inestables, con mucho sufrimiento interno, que no pueden tolerar las frustraciones, son extremadamente fóbicas al dolor y al vacío y entran en vorágines internas que incrementan en mucho el mal estar evitado e impulsan a mayor desestructuración.
No hay un lugar interno desde el que procesar la experiencia del mismo modo que con estructuras más sólidas. Dependiendo del grado de desestructuración hay mayor o menor capacidad de sostener no solo varias partes propias sino un abanico amplio de las mismas. La dificultad en sostener la ambivalencia es mayor y su comportamiento ambivalente en la relación, alimentado por el impulso de huida, puede verse muy incrementado.
Con la Gestalt de antaño no tenemos suficiente. Con las corrientes que trabajan sobre el trauma, creo que tampoco del todo. Éstas aportan la imprescindible regulación del sistema nervioso, condición necesaria para poder procesar de forma diferenciada lo pasado y lo presente. Pero la mayoría, a mi entender, no aporta el cuestionamiento del propio automatismo defensivo. Sí que se flexibiliza y reduce, dado que la persona se enraíza en sí y adquiere mucha más confianza en la vida. Pero, para confrontar los propios líos internos y relacionales, facilitando la transformación a través de ellos, falta el recorrido anclado en la experiencia relacional desde el no saber, con la participación todas las partes implicadas. Creo que la Gestalt, en su base experiencial, permite dicha exploración.
Como gestaltistas, en este tipo de estructura -cada vez más numerosa y de la que en cierta medida también bebemos todas y todos-, donde el hueco interior se engrandece por el funcionamiento evitativo de la angustia de desintegración, requiere de una distancia y un conocimiento psicopatológico que todes les terapeutas hemos de aprender y seguir aprendiendo. Aunque no diagnostiquemos, debemos saber el grado de fragilidad psíquica de quien tenemos delante. Por dar un ejemplo, saber psicodiagnóstico, nos porta ítems a observar y nos amplia el fondo desde el que escuchamos.
Por otro lado, necesitamos una empatía más distante, que no fría, con mayor uso del nivel cognitivo; nos ayuda a seguir escuchado, viendo e investigando qué le pasa a la persona y como se maneja con ello, mientras vamos dándole espacio para ponerse de manifiesto. El arte de la espontaneidad, joya alimentada en nuestra corriente nos interesa manejarlo de una forma mucho más interna minimizando al máximo nuestra reactividad.
Lo que a nosotros se nos despierta, sigue siendo oro en nuestro arsenal de apoyos para orientar nuestra intervención, sin embargo, para trabajar con estructuras donde el hueco es tan grande y hay tanta fobia al mal estar por no poderlo sostener, los códigos son realmente diferentes. La propia persona tampoco los conoce, de hecho, algunas personas con un uso importante de la escisión en su constitución y mantenimiento psíquico no suelen ser tan estructurados como parece. Ello es un hándicap importante cuando el grado de narcisismo es elevado. Pueden ser personas muy capaces de resolver situaciones complejas en su cotidianidad, muy brillantes intelectualmente, con capacidad de interacción y con mucha, mucha, dificultad para sentir su fragilidad y por tanto de reconocerla.
Ahí, lo que va a servir a la relación terapéutica, será básicamente la digestión interna de lo que nos pasa como terapeutas, sin ninguna prisa en compartirlo. Cuanta más atención nos damos a nosotres, permitiéndonos hacer proceso interno, sin negar ni aferrarnos a nada, en realidad más espacio les damos a ellas sin perder nuestro propio asiento.6
Desde la Gestalt tenemos la potente autopista de la vivencia sensorial y emocional, que sólo se puede dar aquí y ahora y tenemos la relación terapéutica como eje vertebrador, pero me parece que necesitamos más que nunca saber que no sabemos para facilitar el aumento del compromiso de la otra persona consigo misma.
Necesitamos mucho estudio, trabajo personal y supervisión, justamente para estar en este vacío de certezas. Para pasar del vacío estéril al vacío fértil, que convoca podernos asomar a este hueco yermo, estéril, lleno de malestar, del que la persona huye de forma impulsiva, mientras se empuja a situaciones destructivas buscando el bienestar, tan aplaudido socialmente en la actualidad, que sólo puede ser excitado y lleno de anestesia.
Darle espacio, mirar a la persona apoyadas y apoyados en lo que sabemos y en nuestra capacidad de estar en el no saber sobre ella o él en particular, le convoca.
De hecho, no sabemos si se podrá quedar o no. Igual necesita muchas entradas y salidas. Igual necesita probar muchas terapias y/o muchos recursos públicos. Reconozco que la persona puede seguir más implicada en la medida en que yo no dé por supuesto que se va a quedar en el proceso o en el grupo a la vez que muestro criterio de que le iría bien seguir, si así lo pienso.
De fondo, este tipo de estructura más frágil necesita consistencia en nuestro estar sabiéndonos limitades. Estar interesades en su desestructura sabiéndonos limitades, aporta base. No toleran la confrontación, y menos aún en según qué momentos. Realmente no pueden oír lo que podríamos suponer que les iría tan bien admitir y aceptar. Por ejemplo, una paciente no podía escuchar que contribuía a las situaciones que no quería (donde se producían fuertes desencuentros dolorosos para ella), poniéndose por encima y muy exigente con las otras personas. No podía querer. Es una persona con una sensibilidad exquisita, es brillante y es extremadamente lúcida. Su mente es súper rápida y hace asociaciones, enlaces, donde se da la razón, donde incluso yo podía estar de acuerdo con sus percepciones, pero la forma de enlazarlas la dejaban fuera de la escena, buscaba certezas en las que apoyar que la otra persona “solo” la había agredido. Tener este radar tan afinado de niña, le servía para esquivar varios ataques y para cargar con pesos que no le correspondían en absoluto. Ello facilitaba el reconocimiento externo del cual se alimentaba, a base de disociar (no solo reprimir) las situaciones de abuso en las que vivía.
Y ahí sigue siendo lo mismo, como terapeutas necesitamos estar abiertes a seguir trabajando con nosotres mismes, no para completarnos, ni para ser la hostia, aunque nos guste mucho sentirlo, claro, sino para ser limitadamente humanes. Y poder reconocer, tantas veces como sea necesario, como sí contribuimos al desborde de la persona en determinados momentos. Yo contribuyo a su reactividad pretendiendo que vea lo que no puede mirar, cuando lo que en aquel momento necesita es ser recogida en lo que expresa, aunque no incluye cómo contribuye a eso que le daña. Claro, a la vez, necesitamos expresar algo de nuestro sentir y pensar sin pretender que la situación cambie, así también nos damos lugar a nosotras y le permite a la otra persona sentirse tratada como persona y abrir alguna puerta más. Creo que les terapeutas gestaltistas donde la teoría de campo está en su base están más preparadas para ello. También creo que nosotres tenemos mayor capacidad para confrontar.
Este tipo de pacientes, nos colocan frente a lo que nos es difícil y frente a lo que nos falta; admitir ese paisaje, nos porta la distancia cálida que facilita la contención y brindar un espacio seguro donde la persona pueda aprender a mirarse y ampliar su interioridad. Simplificando, podríamos decir que les terapeutas con estructura histérica requerimos aprender contención, paciencia y capacidad de investigación, mientras permanecemos en contacto; y las personas terapeutas con estructura obsesiva, requieren sentirse y aumentar el volumen de su experiencia emocional justamente para experimentar lo que les sucede frente a la otra persona dándole valor, proceso que le paciente también necesita hacer.
Como ya he dicho, nosotres también estamos afectades por la desestabilización, por la incertidumbre, por las ganas de huir y por nuestro propio narcisismo.
Termino copiando un párrafo que escribí en el artículo “La relación terapéutica en Gestalt”7 por parecerme que sigue teniendo vigencia: “Aunque estemos entrenados en usar nuestro sentir para trabajar con el otro, creo que nuestra mayor potencia como terapeutas es la de no quedarnos apegados en una sola reacción, posición o hipótesis diagnóstica. Parafraseo otra vez a Claudio Naranjo8, refiriéndose a Perls y al rol del terapeuta: “Perls mostraba un grado asombroso de indiferencia creativa como terapeuta por su capacidad de quedarse en el punto cero sin verse atrapado en el juego de sus pacientes. Pienso en el punto cero como un refugio del terapeuta gestáltico en medio de una participación intensa; no sólo como una fuente de fortaleza, sino como su último apoyo”.”
Quedarme en el vacío, dándole valor al no saber, aunque a veces es muy incómodo, da espacio al otro. Al otro y a mí; más allá de mi hipótesis, de mi pretensión o de mi reacción emocional.
Cristina Nadal Muset
Valldoreix, junio 2023.
1 Ponencia en la mesa redonda titulada Clínica y Espiritualidad coordinada por Carmen Gascón en las 35Jornadas de la AETG en abril de 2023 en Bilbao.
2 Mecanismo defensivo por el cual los contenidos de las experiencias traumáticas quedan fuera de la conciencia como efecto de la interrupción fisiológica producida en el sistema límbico para defender a la persona cuando las sufre.
3 Mecanismo defensivo fruto de mantener inconsciente pulsiones y deseos asociados no permitidos por el super yo psicoanalítico o fuera de la conciencia por el perro de arriba que ha tragado normas externas haciéndolas propias.
4La 1ª, la tierra no era el centro. La Revolución Copernicana, del geocentrismo al heliocentrismo. La 2ª, la teoría de la Evolución de Darwin, las y los humanos sólo somos un eslabón más en la evolución.
5Chevreaux, A. (2007) El Berlín de Perls. Mandala Ediciones
6Como seres humanos imaginamos. No nos orientamos instintivamente hacia el objeto que necesitamos, sino que media nuestro nivel imaginario de satisfacción.
7Gianni Francesetti, psiquiatra y terapeuta Gestalt, es el profesional que he visto que tiene más afinado este arte.
8Revista nº26 de la AETG. (2006) Ediciones la Llave.
9 Claudio Naranjo. La vieja y la novísima Gestalt. Santiago de Chile. Cuatro Vientos, 1990, p.202